El engaño del ojo o la verdad relativa del cine.
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Por: Rubens Riol Hernández
El pasado lunes 24 de marzo en el Salón Degollado de la Expo tuvo lugar la presentación del libro Homenaje a Eduardo Coutinho como una de las actividades colaterales del Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2014. A propósito de la obra de este destacado documentalista brasileño, quería recordar una de sus piezas más interesantes, me refiero a JUEGO DE ESCENA (2007), la cual revela desde la propia concepción del título una marcada intención lúdica, fundada en la manipulación del espectador, pues mediante un casting son convocadas a escena un grupo de 16 mujeres, cuyas biografías son pretexto formidable para ensayar sobre el cine como puesta en escena y la emoción humana como asidero de valor universal. Para ello el director se vale de recursos como la cámara fija y los planos cercanos a través de lo cual nos muestra sin distinción las motivaciones de sus convencionales talking heads, acaso único vestigio del documental clásico en una obra contemporánea, que apuesta por diluir las fronteras entre realidad y ficción en favor de la hibridez genérica.
De ahí que la ambigüedad sea una de las estrategias discursivas por excelencia, lograda a partir de un inteligente manejo del discurso metafílmico, en el cual se aprecian, por ejemplo: la contraposición simbólica de los espacios por donde desfilan los actantes (paso de escaleras y escenario) como extensión de sus respectivos mundo exterior e interior (notemos que aquí se subvierten los roles tradicionales, ya que el entrevistador esta de frente al auditorio como si fuera un actor de teatro, mientras que las actrices permanecen de espalda al público, elementos que propician el extrañamiento); a esto podemos añadir la visión de las cámaras en determinados momentos, así como la voz en off del director, quien arranca sobrecogedoras y auténticas confesiones unas veces, y otras, actitudes completamente demostrativas e impostadas que pasan por creíbles desde el alarde de una soberbia actuación.
Dicha voluntad reflexiva y de acento crítico, explica cómo todo lo que sucede ante la cámara propende al artificio, a la fábula, incluso para los verdaderos protagonistas de la historia, ya que de manera inconsciente sucumben a una construcción efectista desde la memoria, que deja de ser espontánea para ser epatante, dramática y transcendente. La obra es también muy generosa desde el punto de vista cultural, ya que nos permite desde el comportamiento de las actrices-personajes, observar determinado acento tragicómico, que pareciera describir un perfil social genérico; sin contar la importancia del signo religioso en que la superstición gana espacio, a partir de la añoranza y el apego morboso a sus seres queridos como si continuaran con vida en los sueños. Por lo que se trata de un documental sugestivo, performatico, que demuestra cuán ingenuos podemos ser ante la infinita seducción del universo creado por el cine.
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Rubens Riol Hernández
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