UN LOBO EN LA PUERTA
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Jeyma Cruz Madruga
Hacer una película cuyo leitmotiv sea un crimen pasional, de alguna manera marca el camino hacia un melodrama clásico, con excesos. Fernando Coimbra ha sorteado con éxito esta relación casi automática que se establece entre temática y tratamiento para entregarnos con UN LOBO EN LA PUERTA (2013) un drama íntimo y conmovedor a la vez. Comienza la historia con el secuestro de la hija de Bernardo y Sylvia, un matrimonio en el que al parecer se ha acabado la pasión. A partir del interrogatorio policial, empiezan a desatarse las contradicciones y aparece un personaje que será clave a partir de este momento, Rosa, la amante de Bernardo.
Mediante un montaje paralelo iremos en retrospectiva conociendo la trama desde dos puntos de vista, el de Bernardo y el de Rosa. La cinta se centra en develarnos sobre todo la psicología de Rosa y su relación con Bernardo, que poco a poco nos van acercando a la complejidad de esta mujer que posee más de una arista interesante.
Se mantiene durante todo el metraje en un tono íntimo que visualmente se traduce en planos cerrados sobre los personajes, principalmente en los encuentros entre Rosa y Bernardo, que ocurren casi siempre en lugares oscuros o hay un elemento que interfiere entre ellos y da cuenta de la imposibilidad de esa relación.Se empiezan a entrelazar los deseos, la pasión, las mentiras y aunque sabemos que no habrá una solución feliz, el desenlace no deja de sorprendernos. El desarrollo de la trama es conducido con tino hasta el clímax. Asistimos lentamente a la muerte/vida Rosa, a cómo sufre un aborto forzado, a cómo se va quedando sin salida pues su relación no tiene remedio y la va envolviendo un clima de misterio que nos hace llegar al final sin entender claramente sus motivaciones pero sin poder juzgarla.
EL LOBO EN LA PUERTA es una película de personajes, de caracteres en su complejidad y sus contradicciones. Hurga allí donde radica lo más oscuro del ser humano pero no para juzgarlo, sino para advertirnos que esa esencia radica en nosotros y nadie está a salvo.
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Jeyma Cruz Madruga |