LA TIRISIA o de los estragos del abandono
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Por Orianna Calderón
Tristeza perpetua, abandono y ausencia. En LA TIRISIA, segundo largometraje de Jorge Pérez Solano, esta enfermedad del alma recorre las montañas, los caminos, las salinas, los hogares y los cuerpos que habitan Zapotitlán, la pequeña región de México donde transcurre la acción del filme. Región abandonada a su vez por las autoridades civiles y religiosas, pero donde la omnipresencia de los militares recuerda el contexto de violencia estructural que orilla a las personas, principalmente a las mujeres, a matarse en vida, a enfermarse de tirisia como último y poco efectivo mecanismo de defensa.
La película está dividida en cinco meses; cada uno corresponde a una imagen de la religión católica que predispone sobre lo que ocurrirá en cada segmento. “Mayo, mes de María” arranca con un primer plano de la protagonista, Cheba (Adriana Paz), seguido del plano subjetivo de una bolsa de plástico atorada en un cactus; cuando aparece de figura entera, su avanzado embarazo contrasta con la aridez del paisaje. El segundo habitante de Zapotitlán que conocemos es Silvestre (Gustavo Sánchez Parra), padre tanto del bebé que espera Cheba, su amante, como del que espera su hijastra. Durante los primeros minutos del filme, Cheba da a luz a Tadeo y corta el cordón umbilical auxiliada por su amigo Canelita (Noé Hernández), quien le pronostica problemas cuando su marido regrese de Estados Unidos. Significativamente, esta parte concluye con la muerte del sacerdote de la iglesia del pueblo. En el mes de las madres, el padre ha muerto.
Es hasta el segundo segmento, “Junio, mes del Santísimo corazón de Jesús”, que la hijastra de Silvestre habla (antes sólo la vemos deambular cual alma en pena) para reclamarle a su madre su falta de cuidados. Destaca la abundancia de planos/contraplanos entre estas dos mujeres que, con la mirada más que con las palabras, se reprochan mutuamente su modo de vincularse con la maternidad. Silvestre, por su parte, trabaja en las salinas y mira los aviones que cruzan el cielo, soñando despierto con la posibilidad de irse lejos de ese pueblo; frustrado, descarga su ira insultando a las mujeres que lo rodean. En esta segunda parte, es el abandono de los políticos el que se hace explícito: el candidato a gobernador ni siquiera baja de su camioneta, al considerar que no vale la pena dar su “mensaje de aliento y esperanza” a unos cuantos tirisientos.
Hasta la mitad del tercer segmento, “Julio, mes de la preciosa sangre de Jesús”, Carmelo, el marido de Cheba, no es más que el sonido de un celular. Pero con el anuncio de su regreso, Cheba se ve obligada a encargar a su bebé con Silvestre, quien a su vez delega la responsabilidad en su esposa e hijastra, alegando que “para eso tienen chichis”. Su joven hijastra se encuentra así con la responsabilidad de atender a dos bebés. Un diálogo filmado en cenital, plano medio, de Cheba hablando con Carmelo sobre la duración de la estancia de éste, es particularmente elocuente: ante la certeza de que su marido ha regresado para siempre, es su cuerpo el que responde y la delata con la angustia del rostro y la leche en su seno.
Así, para el cuarto segmento, “Agosto, mes del purísimo corazón de María”, Cheba cae enferma de tirisia al verse obligada a cortar los lazos con Tadeo, arrojando su cordón umbilical al río. Los primeros planos y planos medios de su rostro profundamente entristecido se intercalan con las imágenes de un grupo de payasos que llegan al pueblo, payasos que recuerdan la parafernalia y las promesas de felicidad de los sacerdotes y políticos que han abandonado Zapotitlán. El cierre del filme, “Noviembre, mes de las ánimas del purgatorio”, es redundante con el título del segmento: un primer plano de Cheba, rostro purgando una pena, y un plano subjetivo donde observa a la familia (Carmelo y los dos niños que tuvo con éste) que la obligó a abandonar a su otro hijo.
Estrenada en el 29 Festival Internacional de Cine en Guadalajara, LA TIRISIA es una película con una estructura muy clara, que desde sus primeros planos introduce en el universo contrastante, violento y desolado pero bello e imponente, de Zapotitlán. La fotografía de César Gutiérrez, sumamente estilizada, combina planos generales (donde la figura humana aparece muy pequeña frente a la inmensidad del paisaje natural) con primeros planos de los rostros tiricientos y las miradas desesperanzadas de los personajes.
El ritmo del filme es algo lento, pero esto es congruente con el tema tratado. De forma muy sutil pero efectiva, el cineasta mexicano denuncia la situación opresiva que viven muchas mujeres de escasos recursos económicos en una sociedad patriarcal, donde todos son víctimas de violencia estructural. Sin embargo, aún con condiciones tan adversas, parece haber pequeñas posibilidades de agencia: así lo señalan escenas como la de la hijastra de Silvestre caminando sonriente con su bebé a cuestas o la de Canelita al ver una mariposa. Chispazos de vida en medio del penar del purgatorio.
Ficha técnica: LA TIRISIA. Dirección y guión: Jorge Pérez Solano. Producción: César Gutiérrez Miranda y Jorge Pérez Solano. Fotografía: César Gutiérrez. Intérpretes: Adriana Paz, Gustavo Sánchez Parra, Noé Hernández, Gabriela Cartol. México, 2014.
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Orianna Aketzalli Calderón Sandoval |