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Memorias del subdesarrollo y la cámara crítica

Memorias del subdesarrollo y la cámara crítica

Festival Internacional de Cine de Guadalajara
Talents Press Guadalajara

Davo Valdés de la Campa

Walter Benjamin advirtió en su icónico ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en los albores del cine su poder transformador ya que abolía todos los ritos que caracterizaban al arte burgués y entregaba a las masas un aparato para que ellos se representaran a sí mismos en el proceso de las revoluciones. El cine se oponía al arte de la vanguardia, fascista en su discurso, según Benjamin, mientras que el cine se abría a través del control de la técnica y la alternativa de discutir por ejemplo la forma de vida de los obreros. Un ideal similar se pensó desde la corriente del Cine Imperfecto, a finales de los 60 en América Latina. Algunos cineastas, particularmente Cubanos estaban profundamente preocupados por una serie de problemas derivados del neocolonialismoy la identidad cultural. De esa forma el movimiento rechazaba la perfección comercial del estilo de Hollywood, y al mismo timpo el cine de autor europeo, proponiendo por su parte un cine creado como herramienta para el cambio social y político. Ante la carecencia de recursos la estética pasaba a un papel secundario subordinado a la función social del cine. La meta principal del movimiento era crear unas películas en las que el espectador fuera un participante activo que reflexionara sobre su realidad, es decir, un integrante invisible de la trama de la película. Los espectadores desde un análisis atendían un problema actual dentro de la sociedad que en la época no tenía ninguna solución clara o que aún se encontraba en proceso de definirse, de esa forma, los directores buscaban que los espectadores conocedores del problema buscaran fuera de las salas de cine, convertirse en actores sociales.

Una de las películas suscritas a dicha corriente es Memorias del subdesarrollo de Tomás Gutiérrez Alea, “Titón”, que inspirado en el libro homonimo de Edmundo Desnoes, aborda desde muchas dimensiones el proceso del hombre burgués en la Cuba revolucionaria.

Cuando la Revolución triunfa nace la oportunidad para un hombre nuevo, idealmente el desajuste violento que provoca la revolución, permite desde la idea de una tabula rasa, volver a construir el monumento de un hombre distinto. Para el Che Guevara funcionaba como un proceso en cimientos: “En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aun dentro de este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma”.

El protagonista de Memorias del subdesarrollo encarna el hombre del camino solitario, alienado, incapaz de defender el pasado, asqueado hasta el hartazgo del subdesarrollo, pero también incapaz de transformarse y de adaptarse al proceso revolucionario. A través de sus recuerdos, de grabaciones viejas, de fotografías, de fragmentos visuales, observamos cómo la faceta colonialista de Cuba se desdibuja para aislarlo cada vez más, en parte por su misantropía, pero también porque no alcanza a percibir qué significa y hacia dónde marcha la nueva Cuba, sólo sabe que él ya no tiene un papel activo, salvo el de un testigo que se queda al margen de la Cuba revolucionaria.

No se puede hablar tampoco de Memorias del subdesarrollo sin tocar el tema del montaje. La película entremezcla un presente activo con el pasado, con un collage de intervenciones subjetivas y deliberadas, por ejemplo secuencias narrativas con estética de documental, enfoques fijos de Cuba en constante reconstrucción, cámara en mano que vagabundea con el protagonista por las calles, como si fuera su única forma de participar, como un testigo. Pero Gutiérrez Alea también se vale de varios tipos de medios para dibujar una atmósfera de incertidumbre, incluyendo fotos inmóviles, imágenes de archivo, gran cantidad de noticieros, recortes de periódicos, y clips de películas de Hollywood, así como discursos grabados de Fidel Castro y John F. Kennedy, creando una apariencia de desorden en el lenguaje de la película que está en claro contraste con el estilo de Hollywood. Evocando sin duda al cine soviético, a través del frénetico uso de la edición, desarticulando la guia visual del espectador, en un arquetipo específico, obligando así que éste construya su propia versión de lo ocurrido en la trama subterránea.

Para Gutiérrez Alea“… el cine proporciona un elemento activo y de movilización, que estimula la participación en el proceso revolucionario. Entonces, no es suficiente tener un cine moralizante basado en el arangue y la exhortación. Necesitamos un cine que promueva y desarrolle una actitud crítica. Pero ¿cómo criticar y al mismo tiempo consolidar la realidad en la cual nos sumergen?”. Memorias del subdesarrollo al abandonar el punto de vista objetivo no se construye un relato cronológico con una cadena causal de acontecimientos, sino que a través de la fragmentación de cómo asistimos al proceso entendemos que en realidad lo que prepondera son relaciones, fuerzas que se afectan, se entrelazan, se confunden. Ya no sabemos qué está destinado para que el protagonista se transforme, o quizá el aparato, el ojo crítico de la cámara, decide abandonarlo en su propia suerte alienada, porque él no es el héroe y se vuelca en absoluto sobre el espectador, para que sea éste y no el actor de la ficción quien experimente el proceso revolucionario.

 

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