Tierra firme La posibilidad de una familia

           Presentada en cuatro actos, Tierra firme pretende ser una comedia romántica y lo consigue mediante la incorporación de un repertorio de chistes tan variado como desigual, (desde la broma escatológica más elemental hasta el comentario burlón, que no incisivo, sobre el fracaso de las mujeres que vivieron las revoluciones sexuales de 1960 y que acabaron ancladas a un empático conformismo) y la implementación del consabido triángulo amoroso en la figura de Roger (David Verdaguer), mejor amigo de Kat y donante de sus “pececillos” para la concepción de Eva (obvio y trágico nombre).
            Indecisa, desequilibrada y con una fotografía obstinadamente recatada de Dagmar Weaver-Madsen, la historia de Marques-Marcet oscila, como su edénico y claustrofóbico escenario flotante que alberga a los protagonistas, entre la reivindicación de las anómalas maternidades lésbicas y el cómodo elogio de la familia tradicional pero siempre atenida a las convenciones —¡e imperativos!— del (los) género(s) desembocando en una tibia moraleja: cuando ya se han desmoronado todas las demás lealtades, la familia se revela, aún, como una posibilidad y más: como una esperanza. Nada más inocuo, nada más complaciente.

Samuel Lagunas
9 de marzo de 2018