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Un arroyo insatisfecho

Un arroyo insatisfecho

Como si fuera una extensión de su vida, el canal que atraviesan Kat y Eva en su pintoresco barco londinense parece cambiar conforme su romance muta. En un inicio, su felicidad es prototípica: risas, caminatas y miradas, al parecer, sinceras e inquebrantables. Pero al igual que se cierran las compuertas del arroyo, el amor entre ellas se interna en una espiral que halla su punto frágil en la fórmula que el barcelonés Carlos Marqués-Marcet hace florecer en Tierra firme (2017): dos mujeres enamoradas que desean tener un hijo.

Kat y Eva ven la llegada de Roger, su donante, como ese fruto para que el amor crezca. La relación entre los tres es captada bajo una forma sencilla que cumple con su objetivo: presentar una historia amable con el espectador. El realizador catalán maneja a sus intérpretes con un estilo desenfadado, una traducción de la libertad que otorgan las aguas del canal. Sin embargo, la historia no alcanza a discernir sobre su premisa –la insatisfacción de nuestros tiempos, en los cuales para las nuevas generaciones cada vez es más lejano anclar la esperanza aludida en el título original del filme–; por el contrario, la explota de forma engañosa a partir de una estética rústica y el prototípico juego de roles tanto de la pareja lésbica como del preocupado donante. No obstante, los diálogos de los personajes y la conducción –quizá hasta improvisada– de los actores revelan la capacidad de Marqués-Marcet para confeccionar relatos que generen empatía, a veces necesaria ante las turbulencias actuales.  

Edgar Aldape Morales
Marzo de 2018

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