Canoa: la metáfora que un México que no da la cara

Por Karina Paz Ernand

“Teníamos la decisión formal de ser testigos de nuestro tiempo”.  Así recordaba el director mexicano Felipe Cazals aquella etapa convulsa de los años 70, durante la Gala de exhibición de su memorable Canoa, en el marco del 31er Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

El filme que en el año 1976 resultara merecedor del Oso de Plata y del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Berlín y que hoy pasará a formar parte de la Colección Criterion, conserva una increíble vigencia luego de 40 años de su estreno.

Con guion de Tomás Pérez Turrent y basada en el linchamiento de un grupo de jóvenes trabajadores de la Universidad de Puebla, que en 1968, en un contexto social de lucha anticomunista, fueron etiquetados como estudiantes radicales en el pueblo de San Miguel Canoa, la película explora los diversos estratos de la violencia mexicana. Desde la manipulación de la iglesia y las instancias estatales, hasta la impunidad, la represión política y el fanatismo religioso, Canoa retoma a cada minuto de metraje temas que despliegan aires de universalidad.

Su frescura no sólo se aprecia en la lectura política y social de la trama, sino que resulta una peli sumamente moderna en tanto exploración de las potencialidades del discurso fílmico. La mixtura entre diversos géneros cinematográficos, la ruptura de la noción de “cuarta pared” con los personajes que interpelan al espectador, el posicionamiento distanciado de una cámara que opta por el plano fijo, son apenas algunas pinceladas que demuestran el espíritu visionario de este filme, que allanaría el camino de las próximas generaciones de cineastas.

Canoa y su poética visual están hoy más vivos que  nunca. Nos remite, según palabras del propio Cazals, a “(...) ese México que sigue presente y que no da la cara”.