Talents Guadalajara

Canoa de Felipe Cazals

Julio César Durán

Hacia la mitad de los años 70 los ímpetus juveniles de la década anterior en México estaban aterrizando en una tierra más receptiva aunque con numerosos lastres. Tanto en el aspecto cinematográfico como en el social, la generación de ruptura que vino a cambiar la manera de mirarnos (en el cine, por supuesto Rubén Gámez, Alfredo Joscowicz, Juan Ibáñez, Alberto Isaac, Leobardo López Arretche y otros más) pone las bases para un cine diferente, un cine con necesidades distintas a la de los grandes estudios que se encontraban moribundos.

Con momentos tan específicos y tan frescos como el “Halconazo” del 10 de junio de 1971 y con un presidencialismo que centralizaba el poder de manera absoluta, el realizador Felipe Cazals, miembro de la mencionada generación, decide hablar de temas incómodos con un ojo que combina maneras audiovisuales para resultar en un híbrido cinematográfico hoy en día todavía original: Canoa (1976).

La historia se basa en un conocido caso de nota roja ocurrido en el icónico año de 1968: 5 trabajadores de la Universidad de Puebla, en su intento de escalar el cerro de la Malinche, son tachados de “estudiantes comunistas”, etiqueta utilizada para satanizar y para acentuar odios y violencia hacia grupos con ideas políticas diferentes a las del establishment. Por supuesto la anécdota terminará en tragedia; azuzados por el párroco del pueblo San Miguel Canoa, y ante la indiferencia de la autoridad local, la comunidad ataca salvajemente a los 5 trabajadores.

El largometraje de Cazals, escrito por el guionista, escritor e investigador mexicano, Tomás Pérez Turrent, sigue sacudiendo butacas gracias a su actualidad. El tema es lamentablemente vigente en el México del Siglo XXI, pero la intensidad y pasión con el que Canoa está narrado rescata la terrible historia de la mera polémica para ponerla en un plano de reflexión. A partir de una puesta en escena sui géneris, vemos la fuerza de unos actores que encarnan (no sólo interpretan) al campesino, al sacerdote, a los jóvenes del ambiente urbano, todos estos sacados del cliché del cine de los últimos 30 años que propuso un estereotipo aquí subvertido, modificado.

La construcción de un reportaje visual, que poco a poco se cruza con un falso documental van a enganchar el interés del espectador y darán pie a la narración más o menos convencional de los detalles e interpretación del momento, que todo el tiempo redondeará una postura política tanto como una declaración estética que no separa la forma del contenido.

A décadas de distancia, Canoa sigue removiendo consciencias y es sin duda una película imprescindible, es decir, se ha convertido en un clásico del cine mexicano que sorprende por su contemporaneidad a 40 años de su realización.

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