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Venecia, los miedos que reflejan los espejos.

Mayté Madruga Hernández

Decía el escritor cubano Virgilio Piñeira en su poema La isla en peso, que la maldita circunstancia del agua por todas partes lo obligaba a sentarse en la mesa del café.

A Violeta, Mayelín y Mónica, la frase del poeta las obliga a sentarse a la mesa de comida y después en una disco, a contarse las verdades que ni ellas mismas quieren oír. Con estos tres personajes inicia Enrique Álvarez, Venecia, su más reciente filme.

Los espejos proyectan imágenes que no siempre queremos ver, porque más allá está lo que no contamos. Álvarez y Nicolás Ordóñez, director de fotografía, desarrollan planos frente a los espejos, enriqueciendo visualmente un guión que intenta como primer objetivo, acercarse a una historia aparentemente lineal.

Claudia Muñiz, actriz y guionista de la película, desarrolla un argumento sobre los deseos no cumplidos, al tiempo que la cámara de Ordóñez filosofa sobre las apariencias y los imaginarios femeninos.

Así se narra la película, enfocada en la actuación de las tres protagonistas, las cuales van revelando sus conflictos desde lo gestual hasta las más descarnadas palabras. El filme, no responde a una estructura clásica de principio, punto de giro y desenlace. Es un texto audiovisual donde los conflictos se muestran a lo largo de la cinta sin que se resuelvan al final de la misma. Las actrices, en quien recae el avance del argumento, mantienen diálogos naturalistas, sencillos, desprovistos de teatralidad.

En este filme la percepción de soledad y aislamiento, es mostrada desde una nueva generación que siente la desilusión y el hastío como componentes diarios, en donde los sueños vienen a ratos sin grandes aspiraciones de cumplirlos.

Venecia aborda iconográficamente a través de varios planos cerrados,

elementos asignados a la construcción de la feminidad, por ejemplo, el elemento tacón, como símbolo distintivo de lo que se entiende culturalmente por ser mujer.

En ese sentido aparece Ada, travesti interpretado por Jazz Vilá, que también recuerda los pre-juicios que conlleva. Deviene ella en modelo a seguir por los personajes protagónicos, pues es quien único ha decidido presentarse como desea ser y no cómo se espera que sea.

La mentira como recurso evasivo es utilizado en la película, no es tan grave que amigas se mientan entre si, sino que se mientan a ellas mismas. La desconfianza de estos personajes no parte de acciones previas, sino de falta de credibilidad para con ellas. Lo intimista es a la vez estética del filme, pero motivo de conflicto en sus protagonistas, quienes no encuentran libertad en la expresión de sus verdaderas realidades.

Mientras Violeta, Mónica y Mayelin viven un día de sus vidas, sus aspiraciones y temores quedan al descubierto. No existen contenciones, ni límites para los sueños, como tampoco para los miedos, así Venecia, es el lugar en donde los espejos no producirán miedo porque reflejarán la realización personal.

 

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